
Horas negras.
Muñecas rotas en el aparador.
Las mariposas duermen.
La luna se llena de sangre sin dolor.
El hastío emerge de mis pies a mi cabeza.
Melancolía estoica.
Temo extraviarme
entre la quietud y el transporte,
llegar más allá de la locura.
¡Silencio! Casi puedo oír su voz,
adivinar que, a la distancia,
sus ojos cafés me observan.
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