Llevo un año estudiando teología, sin embargo soy atea —¿Quién puede ser congruente?— En mis clases de teología aprendo más sobre los yerros de la humanidad que sobre la divinidad.
Antes tenía mi propio Dios, lo llevaba en el bolsillo de mi pantalón, era mi amuleto de la buena suerte, también mi guía. En las noches, antes de dormir, conversaba con él; cuando todo salía mal le pedía que me consolara y me diera las fuerzas suficientes para poder seguir en el combate, funcionaba, en cierta forma, me tranquilizaba, lograba quedarme dormida y al día siguiente había menos niebla en mis ojos.
A veces nos enojábamos, pero en el mejor o peor momento nos reconciliábamos.
No recuerdo cuándo, ni cómo fue, —la respuesta debe estar en mí, seguramente la bloqueo—.
¿Hace dos o tres años? ¿Frente al espejo o con los ojos cerrados? No lo sé, él desapareció, dejo de sosegarme, se desvaneció en el aire o tal vez nunca existió.
Así me acostumbré a las noches sin sueños, a las sombras, pero he de ser sincera, en mí cabeza fluye un torrente de pensamientos vesánicos y me da vértigo, siempre me da vértigo.
Sé que ya no descansaré pues los fantasmas vendrán a mí como viento; tendré que cumplir cada una de mis condenas. Lo peor no es enfrentarme al exterior, al mundo real, no, lo peor es este viaje introspectivo en el que no puedo encontrarme.
Antes tenía mi propio Dios, lo llevaba en el bolsillo de mi pantalón, era mi amuleto de la buena suerte, también mi guía. En las noches, antes de dormir, conversaba con él; cuando todo salía mal le pedía que me consolara y me diera las fuerzas suficientes para poder seguir en el combate, funcionaba, en cierta forma, me tranquilizaba, lograba quedarme dormida y al día siguiente había menos niebla en mis ojos.
A veces nos enojábamos, pero en el mejor o peor momento nos reconciliábamos.
No recuerdo cuándo, ni cómo fue, —la respuesta debe estar en mí, seguramente la bloqueo—.
¿Hace dos o tres años? ¿Frente al espejo o con los ojos cerrados? No lo sé, él desapareció, dejo de sosegarme, se desvaneció en el aire o tal vez nunca existió.
Así me acostumbré a las noches sin sueños, a las sombras, pero he de ser sincera, en mí cabeza fluye un torrente de pensamientos vesánicos y me da vértigo, siempre me da vértigo.
Sé que ya no descansaré pues los fantasmas vendrán a mí como viento; tendré que cumplir cada una de mis condenas. Lo peor no es enfrentarme al exterior, al mundo real, no, lo peor es este viaje introspectivo en el que no puedo encontrarme.
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